martes, 2 de abril de 2013

tres

De los tres, él fue el más cariñoso, el más anhelado,  el sueño realizado.
Lo conocí en un salón de la facultad, en clase de Renacimiento y me enamoré de su arrogancia, sus rizos negros, sus ojos verdes como uvas peladas y su cuerpo bien moldeado. La noche que nos leía un soneto de Syndney hasta la luna se asomó por la ventana cautivada por su voz, su pronunciación y su cadencia. Y entonces lo seguí por toda la facultad, en todos los salones y en todas las materías que impartía - Traducción literaria, Seminario de Teatro Norteamericano e incluso me volvía a meter  a las clases que ya había tomado y le hacía preguntas molestas para hacerlo enojar. Una vez me dio un aventón al metro y me beso... en la mejilla.
Veinte años después me lo volví a encontrar en el pasillo de la facultad. -¡Claudia! ¿Ya estudiando la maestría?
-No, apenas me titulo de la licenciatura. Contesté.
Hizo un ruido extraño como de un caballo y contestó -Bueno, peor es nunca. ¿Vas afuera? Lo acompañé a la salida de la facultad y ahí se detuvo y me dijo, -Anota mi mail y escríbeme para pedirme un par de cortesías para la última obra que traduje. Y hay que tomarnos un café un día para ver qué ha sido de nosotros, ¿no?
-Ok.-Respondí y anoté lo que me dictó un poco confundida. Me dio un beso... en la mejilla, y se fue.
Llegando a la casa le marqué a mi mejor amigo Mauricio y le conté todo lo que había pasado. Se quedó un rato pensando y contestó en su más puro estilo, -Tranquila. Es obvio que quiere que tú le llames, espérate un día o dos para enviarle el correo, porque estoy seguro que ya lo escribiste o estás a punto. No pude esperar dos días, así que a la noche siguiente le escribí y le envié el correo en que inocentemente le pedía información sobre su obra y le recordaba del café.
Se tardó un par de días en contestar y mando al cuerno la obra y se fue directo al café. Me citó en el Moheli en Coyoacán el jueves 11 de diciembre a las 19.30. Yo no daba crédito, ¿Alfredo, mi profesor amor-imposible me invitaba a tomar un café?
Ese día tenía la comida de Navidad de CESSA donde trabajaba entonces y para mi sorpresa salimos temprano. A las 17.00 ya estaba afuera. Por suerte traía tacones cómodos, y así siempre camino más lento y en el suelo empedrado de San Ángel, pues más. Llegué a la parada del pesero. No tenía caso tomar taxi. No tardó. Llegué pronto a Miguel Ángel de Quevedo y estando ahí, en la tierra sagrada de las librerías, me metí a Gandhi a buscar una gramática decente del español. No encontré nada, pero perdí una buena media hora. Entonces ya me fui caminando al final de Francisco Sosa. Me fui gozando la calle, mirando cada escaparate, cafetería y panadería. La luna ya se asomaba, ya eran las 18.00. La luna y Alfredo de nuevo hacían pareja. Sonreí para mis adentros.
Y sí, al final de Francisco Sosa, justo en la esquina, estaba el toldo verde que decía MOHELI. Entré, escogí una mesa y cuando llegó el mesero contesté, -Estoy esperando a una persona. Faltaba hora y media todavía para que llegara la persona. No llevaba libro, ni diario, ni nada. Bueno, el celular. Me dediqué a borrar mensajes de una relación pasada. Le hablé a Mau que me dijo que me calmara y disfrutara mi cita. Y luego me dediqué a darle vueltas al celular sobre la mesa. Cada vuelta me asomaba a la puerta a ver si entraba mi bohemio profesor. En una de esas entró y me dio gusto que no hubiera entrada a media vuelta de celular. Eran las 19.20, diez minutos antes. Buena señal. Supongo.
Hablamos horas. Horas que se pasaron criticando a los exes y alabando a las hijas de cada quien como las criaturas más maravillosas del mundo. Alfredo pidió un capuccino con doble carga de espresso y yo un cappuccino sencillo. -Tengo insomnio todas las noches. Comentó a modo de disculpa por su bebida. Yo solo pensé, ¿Y cómo no con toda esa cafeína a estas horas?
Casi a las 23.00 me preguntó, -¿En que vienes?
-En tacones. Contesté.
-Te llevo. Dijo y pidió la cuenta. Él invitó. Cosas buenas de salir con hombres mayores.
Me abrió la puerta de su enorme y para-toda-la-familia camioneta roja y me preguntó por dónde.
No nos tardamos en llegar a mi casa.Y entonces me dijo, -¿Dónde puedo estacionar el carro?
Lo vi confundida. -¿Qué? ¿No me vas a invitar un café?
¿Después de tanto? pensé. -Bueno, si quieres hay un Starbucks en La Condesa. Respondí.
-¿De plano? me dijo.
-Pues no tengo café. Pero hay té y... agua.
-Eso está bien. Dijo y se estacionó en frente de los Alcohólicos Anónimos.
Nos bajamos y nos fuimos a mi casa. -¿Hasta donde vives?
-En el cuarto piso. Contesté.
Platicamos otra hora de todo y de nada. Pero la charla ya no giró en torno a lo familiar. Comenzó a presumirme sus publicaciones y sus traducciones y le dije, -Ya. A mí no me tienes que impresionar. Sé bien quién eres.
Se sonrió como niño atrapado en plena mentira y me dijo, -Bueno, tú cuéntame de ti.
Y le conté de Rubén. Estaba sorprendido. -Te recordará toda su vida.
-Tal vez.
Sonaron cohetes y se vieron crisantemos de colores contrastando sobre el oscuro cielo.
-¡Mira los cohetes para la guadalupana! Le dije emocionada.
Se acercó a la ventana y dijo, -¿Nos podemos alejar un poco?
-¿Por qué?
-No me gustan las alturas.
-Pero solo es el cuarto piso...
-Por favor, me aterra pensar qué pasaría si...
-¿Y para qué pensar en eso?
-Bueno, si ya no ordenas nada, me voy.
-No ordeno nada. -Le dije y lo tomé de la mano-. Me dio mucho gusto verte después de todos estos años. Por toda respuesta me jaló hacia sí y me besó... ¡en la boca! ¡Y de qué modo!
Me reí de nervios y le dije, -Es que tú siempre fuíste mi fantasía.
-¡Pues podemos hacer algo al respecto! ¿Dónde está la recámara?
Lo tomé de la mano y lo llevé hacia allá.
Me desabotonó los veinte mil botoncitos de la blusa con una calma desesperante y yo le desabotoné los botones de la camisa con mucha prisa. Me tomó los pechos, los pesó y los besó casi con reverencia. Y entonces soltó su comentario inapropiado, -Una amiga tenía unos pechos hermosos como los tuyos, luego le diagnosticaron cáncer de mamá y... ya no la he visto.
Hice una mueca y no pregunté nada. La verdad, ¿a quién le interesa eso?
Lo besé antes de que siguiera diciendo cosas. Se sorprendió por mi pasión. Terminamos el beso y se separó para verme directo a los ojos a través de sus enormes anteojos. -No te vayas a crear falsas expectativas. Una amiga empezó una noche con que no íbamos a ningún lado y que nunca le había dicho que la amaba...¡aburridoooooo!
¿Por qué son todos así? Nadie quiere nada. Ni siquiera yo sé si quiero algo. Apenas sé qué quiero de la vida. Tengo que terminar mi tesis para poder tomar un trabajo bien remunerado.  ¿A quién le importa el amor? Es más, ¿qué va  a pasar mañana? Primero hay que ver si sobrevivimos hoy...
Al oído, después de haberme besado el cuello de nuevo me preguntó, -¿En qué piensas? Te fuiste de repente.
-¿Eh? ¡Ah! ¡La luna! ¿Ya la viste? Está hermosa.
-¿Eh? Ah, sí, la luna. Dijo mientras volteaba sobre su hombro y sobre mí.
Me concentré y lo volví a besar-callar. ¿Por qué no puede callarse este hombre y dedicarse a su labor?
Me besó. Me acarició. ¿Qué más se hace en estos casos?
De repente muchas olitas de placer comenzaron a cosquillear por todo mi cuerpo y estallé en carcajadas.
-¿Por qué te ríes? Me preguntó casi indignado.
-Porque me río. Contesté con una cara sonriente y muy feliz.
-¿Cómo que...? ¡Ah! Te ríes. Conozco mujeres que...
Esta vez no lo dejé terminar y lo volví a besar. Funcionó.
-Ya entiendo por que te ríes. Y entonces se rió. Y estábamos tendidos en la cama muertos de risa. Pasó el efecto y dijo, -Hace frío, ¿no? Se tapó y se acurrucó junto a mí. Yo estaba feliz. Tenía a mi amor imposible perfectamente posibilitado y callado. De repente se sacudió y me dijo, -Mejor me voy. Ya es tarde y me voy a quedar dormido.
-Pues quédate. Le dije encogiéndome de hombros.
-¿En serio?
Me ayudó a tender la cama. Se quitó sus anteojos y pude verlo total y absolutamente desnudo. Me medio vio y se sonrió. Se tendió a mi lado. Me acarició, me dio un besito en la nariz y me rodeo con sus brazos y su pierna. Le sonreí triunfante a la luna indiscreta que de nuevo se asomaba por la ventana. ¡Yo estaba en la gloria!


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