sábado, 9 de marzo de 2013

SÁBADO EN LA NOCHE

Ame me dio la sorpresa que iba a fiesta en casa de Scarlett. Creí que íbamos a pasar la tarde juntas. Creí que íbamos a ver una película o a cantar viendo videos. Bueno, otro día será, o no. La acompañé y me regresé caminando a casa. Es curioso que sea la misma ruta, pero al revés de mis correrías de los sábados por la mañana. De noche todo es distinto. Las luces, la gente. Caminar me da tiempo para pensar. ¿Qué hago? De repente aquí estoy con todo este tiempo a mi disposición y no sé qué hacer. Desde que no fui a la fiesta de Mau porque no hubo taxi ya no me habla. Mau es la persona perfecta para un sábado en la noche.
Adam ya casi está descartado de mi vida. Nunca tiene tiempo. Que si se armó una fiesta, que si tiene tarea, que si tiene que estar con sus papás por la razón que sea. Ya me fastidia. Debo buscarme alguien de mi edad. Mmm, o mayor. ¡Alfredo! Neeeee. Hace siglos que no sé nada de él. Liber ya se regresó a Alemania. No quiero ir hasta la casa de Laura. Me aterra salir de ahí en la noche. De cualquier modo me aterra salir de noche. El jardín enfrente de El Califa se ve un poco espectral a estas horas.
Justo cuando voy a cruzar hay una patrulla al lado del Junior Club. Me dan tan mala espina las patrullas que mejor me cruzo por la gasolinería. Paso por el Blockbuster. Una película es buena opción, pero las prefiero en el cine y no a esta hora porque ya saldría muy tarde yo sola. Además mi madre me prestó un par de películas. Mejor veo una, o las dos. Son estas las noches que debería aprovechar para revisar correos atrasados y limpiar mi escritorio de la compu. ¡Qué patetico! O podría usar esa mascarilla de aceite de hueso de uva que me regaló mi mamá. O podría meter mis pies en agua caliente con cítricos para suavizarlos y descansar. O podría hacerme un manicure como Dios manda y no al aventón como todas las mañanas en la oficina antes de que llegue mi jefa. O podría arreglar los cajones, o... espiar en la recámara de Ame. Neeee, tiene la llave.
Por fin llego a casa. Ahí está el telefono todo solito. ¿Y si le hablo a Gina? Hace siglos que no platicamos. ¿Y si los niños se acaban de dormir y los despierto? Lo peor que le puedes hacer a la madre de unos pequeños. No, mejor me espero a que ella me hable. Bueno, siempre está mi madre, igual y le hablo a ella. Pero ya es tarde para ella. Se asustaría y la despertaría.Y de repente me cae como balde de agua fría, no, no siempre va a estar ahí mi madre. Y me brillan los ojos como caricatura japonesa. Por eso no fallo a ninguna cita del domingo.
¿Entonces qué hago hoy? El gato maulla quedito, como para recordarme que ahí está. Lo veo y lo acaricio debajo del cuello. Ronronea. La casa está sola, oscura, no he prendido la luz, hay un vacío lleno de libros y plantas. Está la computadora y todo el ciberespacio. Bueno, siempre está Facebook. No paso más de media hora. ¿Y ahora qué?
Me decido por la película de Bestias del Sur. Ni le pongo atención porque el gato entró a mi recámara por primera vez y está fascinado. Huele todo, ve todo y abre sus ojos enormes como si quisiera comérselo todo por la mirada. Ve mis pies dentro de las cobijas y los caza. Grito y se asusta. Me ve y ve los pies y se aleja. De la cama brinca a la tele y de ahí al librero y de ahí se lanza de nuevo a la cama. Camina por encima y me ve fijamente. Decide que le caigo bien y se acurruca a mi lado. Se duerme en tres segundos y ronronea. Me da risa. Se acabó la película y no entendí nada por ver al gato.Veo la otra película y me deprimo. Se trata de un escritor con polio que tiene más sexo que yo. Empieza una película en el once y dice The Joy Luck Club y me gusta esa película basada en la novela de Amy Tan. Me acomodo en la cama y empieza una película de crimen. Me temo que solo era la casa productora. Le apago y me duermo. O eso trato porque otra vez tengo insomnio.

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